CONDENA AL DELINCUENTE PEDÓFILO. RASGOS CARACTERÍSTICOS DE SU PERSONALIDAD
Por Marcelo H. Echevarría (1)
Se conoció públicamente la condena a 10 años de prisión recaída contra Ricardo Russo, el ex Jefe del Servicio de Inmunología y Reumatología del Hospital de Pediatría Garrahan por los delitos de producción, tenencia y distribución de material de abuso sexual infantil.
Mucho se habló de lo perverso de esta conducta delictiva, siendo un tema de altísima sensibilidad, el cual generó un alto impacto en la sociedad en atención al actuar deliberado, consciente y voluntario de un brutal delincuente disfrazado de médico y ostentando un meritorio cargo en una de las mejores instituciones hospitalarias del país, quien utilizó su poder de dominio dentro de su consultorio para aprovecharse de niños indefensos cuyos progenitores confiaban de su praxis médica y, por ello, acudían con los menores en consulta.
Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica en la Universidad del País Vasco, en un excelente artículo del periodista español Jesús García titulado “la mente de un pedófilo” , explicaba al Diario El País de España, que: “hay que distinguir entre pedofilia (un concepto clínico que indica atracción por los niños) y pederastia, que supone el delito de abusar de ellos. El primer paso de los pedófilos es consumir pornografía infantil. Más tarde, contactan con sus posibles víctimas y despliegan estrategias de seducción”.
Sostendrá que: “La adolescencia es clave en el nacimiento de esta psicopatología. Si el joven se excita con estímulos atípicos, como imágenes infantiles, puede acabar asociando placer sexual con niños”.
Luego, el catedrático citado responderá la pregunta que nos formulamos de manera recurrente: ¿Cómo se distingue a un pedófilo?
“El pedófilo se muestra simpático al lado del niño; disfruta de una capacidad de atracción que le permite ganarse su confianza sin necesidad, por lo general, de usar la fuerza. Con los adultos, el pedófilo se siente incómodo. Procura rodearse de niños a través del trabajo y el tiempo libre: sacerdotes, monitores de colonias o vendedores de caramelos, entre otros. Casi todos son hombres”.
Al responder el interrogante respecto a cuál es la frontera entre el cariño a los hijos y el abuso, señalará:
“Un adulto sano distingue entre el afecto y un componente sexual, que se manifiesta de forma evidente. Al traspasar esa delgada línea, el adulto se desboca. A diferencia de los pedófilos desconocidos, prolongan los abusos indefinidamente, porque el niño está a su lado. El familiar -padre, tío, abuelo, hermano- seduce y amenaza según le convenga. Primero viene el cortejo: la niña como preferida de la casa. Sigue la complicidad: es un secreto entre los dos. Y el recurso previo a la violencia: si la niña lo delata, a su madre le pasará tal o cual cosa”.
“Superar el trauma es harto complicado. Más aún si el tormento se da en el hogar. Y no sólo porque los abusos son continuos, sino porque el niño se siente decepcionado y traicionado por los adultos. Para colmo, el episodio puede acabar con la estabilidad familiar. Las niñas se sienten culpables por no haberse dado cuenta de lo que ocurría. Una sensación que crece cuando el menor cuenta lo ocurrido. Los familiares, dicen los expertos, suelen hacer caso al menor. El asunto, sin embargo, compromete la estabilidad familiar. El niño se pregunta entonces si hubiera sido mejor estar callado. Renace así el sentimiento de culpa”.
Por último, Echeburúa añadirá que “Algo funciona mal en la mente de los pedófilos. Justifican su conducta. Para convencerse de que actúan bien alteran, si les conviene, su pensamiento. Sufren distorsiones cognitivas. Se dicen a sí mismos que a los niños les gusta que les toquen, que no hay nada de malo en ello, que es otra forma de cariño. Se trata de una cómoda excusa y de un fraude, pues la relación “es asimétrica” y el niño “no está en condiciones de decidir qué quiere, aunque diga que sí”.
Es totalmente certera la tesis de esta eminencia académica. Con solo deternerse en las declaraciones del condenado, su especialidad en el Nosocomio la cual le permitía interactuar con menores y su personalidad, verán que aplica ciento por ciento a lo expuesto precedentemente.
(1) Abogado (UBA) – Especialista en Derecho Penal (UB)- Autor e Investigador en Argentina y en España